ARTE DE ESCRIBIR
En 1798 se publicó Arte de escribir por reglas y con
muestras según la doctrina de los mejores autores antiguos y modernos,
extranjeros y nacionales; el primer libro que circunda el sistema de enseñanza
lectura-escritura y que por decreto real fue obra oficial para la enseñanza de
la lectura y escritura en todas las ciudades, villas y lugares del reino. Este
libro, incuestionable por su valor histórico y por el conocimiento que
trasmite, incorpora la erudición de Torcuato Torío de la Riva y Herrero ante la
historia cultural de nuestro país.
A finales del periodo colonial novohispano, la educación impartida a los niños se enfocaba a la lecto-escritura. El problema se agudizaba por la disyuntiva que prevalecía entre las dos técnicas caligráficas utilizadas en la enseñanza de las letras; el primer estilo aseguraba que la escritura caligráfica era un acto mecánico que sólo requería de paciencia y cuidado para su ejecución. El segundo método establecía reglas y preceptos de precisión, líneas y formas geométricas. A principios del siglo XIX, ambas tendencias educativas fueron substituidas por la innovadora didáctica expuesta en el libro de Torío de la Riva.
Don Torcuato Torío de la Riva y Herrero es considerado uno de los mejores calígrafos españoles. Nació el 1 de abril de 1759 en la localidad de Villaturde (Palencia). Sin haber visitado jamás el territorio de la Nueva España, aportó un legado ideológico que forma parte de nuestra identidad cultural.
En la Universidad de Valladolid estudió latín, teología y jurisprudencia en 1773. Tres años después, trabajó como aprendiz de trazador de letras junto a don Rafael de Floranes, historiador, jurista y polígrafo español, quien le enseñó la belleza de la caligrafía hasta hacerlo un adelantado en las cuestiones del trabajo de archivos, historia, paleografía y diplomacia. A la par, se inscribió en la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Fernando para tomar clases de matemáticas y para perfeccionar los idiomas francés, italiano e inglés.
Un ejemplar de esta fascinante obra es resguardado dentro del Fondo Biblio-hemerográfico "Francisco Díaz de León Medina
A finales del periodo colonial novohispano, la educación impartida a los niños se enfocaba a la lecto-escritura. El problema se agudizaba por la disyuntiva que prevalecía entre las dos técnicas caligráficas utilizadas en la enseñanza de las letras; el primer estilo aseguraba que la escritura caligráfica era un acto mecánico que sólo requería de paciencia y cuidado para su ejecución. El segundo método establecía reglas y preceptos de precisión, líneas y formas geométricas. A principios del siglo XIX, ambas tendencias educativas fueron substituidas por la innovadora didáctica expuesta en el libro de Torío de la Riva.
Don Torcuato Torío de la Riva y Herrero es considerado uno de los mejores calígrafos españoles. Nació el 1 de abril de 1759 en la localidad de Villaturde (Palencia). Sin haber visitado jamás el territorio de la Nueva España, aportó un legado ideológico que forma parte de nuestra identidad cultural.
En la Universidad de Valladolid estudió latín, teología y jurisprudencia en 1773. Tres años después, trabajó como aprendiz de trazador de letras junto a don Rafael de Floranes, historiador, jurista y polígrafo español, quien le enseñó la belleza de la caligrafía hasta hacerlo un adelantado en las cuestiones del trabajo de archivos, historia, paleografía y diplomacia. A la par, se inscribió en la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Fernando para tomar clases de matemáticas y para perfeccionar los idiomas francés, italiano e inglés.
Un ejemplar de esta fascinante obra es resguardado dentro del Fondo Biblio-hemerográfico "Francisco Díaz de León Medina
REMINENCIAS DE LA
HISTORIA
El primer periódico dedicado a los niños de México se
publicó en el año de 1839, lleva por título Diario de los niños. De lectura
amena e ilustrado bellamente, se editaba semanalmente bajo la dirección de
Wenceslao Sánchez de la Barquera y editado por Vicente García Torres, uno de
los impresores más importantes de la época. Distribuido en cuaderno de tres
pliegos cada uno de 17 por 26 cm, su costo era de dos reales en la capital y
tres fuera de ella. Únicamente duró dos años en circulación debido a los altos
costos de producción.
Los artículos contenidos en sus tres tomos son en su mayoría, textos didácticos y moralizantes referentes a historia universal, información científica, fábulas y cuentos (traducidos del francés e inglés). Cada uno de ellos está ilustrado con litografías, pero su distinción va más allá del esplendor de dichos grabados, su verdadera relevancia bibliográfica fue la incorporación de textos con información de carácter histórico nacional; al incluir reseñas de autores mexicanos se amplió el círculo de lectores entre niños, padres y maestros, eje fundamental de la sociedad del siglo XIX, donde recaía la responsabilidad compartida de la educación. Si contextualizamos la época, comprenderemos que fue un tipo de lectura necesaria para una sociedad recién independizada, en proceso de una conciencia ciudadana y de una identidad nacional.
Por su belleza artística, tipográfica y literaria pertenece al Fondo Reservado y es un libro donde "se escriben mil cosas que son buenas para los niños, que les queremos dar, y que algun dia sabrán agradecer, porque aun y cuando no seamos sabios, somos mejicanos y patriotas como el que más, y estamos empeñados en que los niños aprendan algo… ya que no lo podemos enseñar todo…"
Los artículos contenidos en sus tres tomos son en su mayoría, textos didácticos y moralizantes referentes a historia universal, información científica, fábulas y cuentos (traducidos del francés e inglés). Cada uno de ellos está ilustrado con litografías, pero su distinción va más allá del esplendor de dichos grabados, su verdadera relevancia bibliográfica fue la incorporación de textos con información de carácter histórico nacional; al incluir reseñas de autores mexicanos se amplió el círculo de lectores entre niños, padres y maestros, eje fundamental de la sociedad del siglo XIX, donde recaía la responsabilidad compartida de la educación. Si contextualizamos la época, comprenderemos que fue un tipo de lectura necesaria para una sociedad recién independizada, en proceso de una conciencia ciudadana y de una identidad nacional.
Por su belleza artística, tipográfica y literaria pertenece al Fondo Reservado y es un libro donde "se escriben mil cosas que son buenas para los niños, que les queremos dar, y que algun dia sabrán agradecer, porque aun y cuando no seamos sabios, somos mejicanos y patriotas como el que más, y estamos empeñados en que los niños aprendan algo… ya que no lo podemos enseñar todo…"
TRATADOS DE
CIUDAD JUÁREZ
Después de los continuos enfrentamientos entre las fuerzas
armadas federales y las revolucionarias, y las pláticas entre Porfirio Díaz y
Francisco I. Madero para pactar un cese al fuego, los miembros del Partido
Antirreeleccionista se reunieron en el campamento del ejército libertador, en
los márgenes del río Bravo para discutir un acuerdo de paz nacional. En esa
asamblea se convino la renuncia de Ramón Corral a la vicepresidencia del país,
el nombramiento de varios gobernadores provisionales en 14 estados, así como el
retiro de las fuerzas federales de Sonora, Chihuahua y Coahuila.
Posteriormente, el 21 de mayo de 1911, en Ciudad Juárez, Chihuahua, se reunió Francisco S. Carvajal, representante del gobierno de Díaz, con Madero, Francisco Vázquez Gómez y José María Pino Suárez para acordar: la renuncia de Porfirio Díaz como presidente y de Ramón Corral como vice-presidente del país.
El interinato al frente del Poder Ejecutivo que por ley le correspondía a Francisco León de la Barra, quien debía convocar a elecciones presidenciales.
Se tomaría en cuenta la participación ciudadana de acuerdo con las necesidades de cada estado, y se harían las indemnizaciones necesarias por los perjuicios causados por la Revolución.
En el convenio se decretó el cese de las hostilidades en todo el territorio nacional, así como la reconstrucción de las vías férreas y telegráficas dañadas.
Siete días después de que se firmaron los tratados, Porfirio Díaz renunció a la presidencia por medio de un manifiesto a la nación.
Posteriormente, el 21 de mayo de 1911, en Ciudad Juárez, Chihuahua, se reunió Francisco S. Carvajal, representante del gobierno de Díaz, con Madero, Francisco Vázquez Gómez y José María Pino Suárez para acordar: la renuncia de Porfirio Díaz como presidente y de Ramón Corral como vice-presidente del país.
El interinato al frente del Poder Ejecutivo que por ley le correspondía a Francisco León de la Barra, quien debía convocar a elecciones presidenciales.
Se tomaría en cuenta la participación ciudadana de acuerdo con las necesidades de cada estado, y se harían las indemnizaciones necesarias por los perjuicios causados por la Revolución.
En el convenio se decretó el cese de las hostilidades en todo el territorio nacional, así como la reconstrucción de las vías férreas y telegráficas dañadas.
Siete días después de que se firmaron los tratados, Porfirio Díaz renunció a la presidencia por medio de un manifiesto a la nación.
MIGUEL HIDALGO 1753–1811
Nació en la hacienda de Corralejo, en Pénjamo, Guanajuato, el 8 de mayo
de 1753. En Valladolid (hoy Morelia) estudió en el Colegio de San Nicolás
Obispo, del cual llegó a ser catedrático y rector, después de obtener el grado
de bachiller. En 1792 se ordenó como sacerdote, ejerciendo su ministerio en el cuarto
de Dolores. Su pensamiento liberal lo llevó a unirse al grupo de insurgentes
que conspiraban en Querétaro en favor de la independencia de México.
En sus reuniones, los independentistas planeaban que el movimiento armado se iniciara en octubre, de 1810, pero descubierta la conspiración y detenidos varios de los involucrados, doña Josefa Ortiz de Domínguez informó de esto a Allende e Hidalgo por lo que se decidió efectuar el levantamiento en el acto y así, al amanecer del 16 de septiembre de 1810, los vecinos del pueblo de Dolores: alfareros, carpinteros, herreros y campesinos, acudieron al llamado del padre Miguel Hidalgo y Costilla, al lado de Aldama, Allende y Abasolo para iniciar la lucha por la independencia.
En poco menos de dos semanas el combate fue favorable: el ejército insurgente obtuvo plazas como Atotonilco, San Miguel el Grande (hoy de Allende), Salamanca, Irapuato y Silao.
Al llegar a Guanajuato, los españoles, junto con sus familias, se refugiaron en la alhóndiga de Granaditas, convertida en fortaleza, donde el 28 de septiembre, después de una sangrienta lucha, los insurgentes derrotaran a los españoles y obtuvieron la ciudad. Posteriormente, don Miguel Hidalgo se dirigió a Valladolid, lugar en el que publicó un decreto aboliendo la esclavitud en la Nueva España.
José María Morelos y Pavón 1765 - 1815
José María Morelos y
Pavón nació el 30 de septiembre de 1765 en la Ciudad de Valladolid, hoy
Morelia. Fue hijo de un carpintero, Manuel Morelos y de Juana Pavón. Creció en
el seno de una familia humilde participando en la forma de vida e ideas de las
clases populares.
A los 25 años de edad inició su carrera eclesiástica en el Colegio de San Nicolás, mismo que era dirigido por don Miguel Hidalgo. Dos años más tarde, continuó sus estudios en el Seminario Tridentino y tiempo después obtuvo el grado de Bachiller en artes, así en 1779 se recibió sucesivamente de subdiácono, diácono y presbiterio.
En 1810 se une al movimiento de independencia, siguiendo a su maestro Miguel Hidalgo. Morelos inicia a partir de ese momento una nueva vida y una nueva carrera, ya que con la muerte de Hidalgo, éste surge como la figura militar y política más sobresaliente de la Guerra de Independencia.
Su actividad militar la inició en Carácuaro reuniendo a 25 hombres armados con lanzas y algunas armas de fuego para dirigirse al sur. Poco a poco sus tropas se fueron engrosando y las ciudades de Michoacán, México, Puebla, Veracruz y Oaxaca fueron los escenarios de sus memorables hazañas
A los 25 años de edad inició su carrera eclesiástica en el Colegio de San Nicolás, mismo que era dirigido por don Miguel Hidalgo. Dos años más tarde, continuó sus estudios en el Seminario Tridentino y tiempo después obtuvo el grado de Bachiller en artes, así en 1779 se recibió sucesivamente de subdiácono, diácono y presbiterio.
En 1810 se une al movimiento de independencia, siguiendo a su maestro Miguel Hidalgo. Morelos inicia a partir de ese momento una nueva vida y una nueva carrera, ya que con la muerte de Hidalgo, éste surge como la figura militar y política más sobresaliente de la Guerra de Independencia.
Su actividad militar la inició en Carácuaro reuniendo a 25 hombres armados con lanzas y algunas armas de fuego para dirigirse al sur. Poco a poco sus tropas se fueron engrosando y las ciudades de Michoacán, México, Puebla, Veracruz y Oaxaca fueron los escenarios de sus memorables hazañas
Debido al crecimiento de su ejército, dividió sus tropas
sumando fuerza con personas con excelentes dotes militares. En 1812 entró a la
ciudad de Oaxaca en donde reorganizó la vida civil y militar de la ciudad,
estableció una casa de moneda y fundó el periódico El Correo Americano del Sur.
Después de varios meses instalados
en esa ciudad, convocó a un congreso nacional, mismo que era el primero y único
en la Nueva España. En dicho congreso estableció la idea de unificar a las
fracciones insurgentes, así como formar una legislatura en la cual se dictaran
leyes adecuadas a las circunstancias y necesidades del pueblo mexicano. Estas
ideas quedaron plasmadas en el documento Sentimientos de la Nación, el
cual es resguardado en el acervo del Archivo General de la Nación.
Después de haber
encarnado junto con su ejército un sin fin de batallas, en noviembre de 1815,
al escoltar al congreso a Tehuacán, fue atacado por el realista Miguel Manuel
de la Concha, quien lo derrotó y lo hizo su prisionero. Los últimos días de
Morelos fueron largos y dolorosos, fue objeto de humillaciones y vejaciones por
parte de sus captores, fue degradado y sufrió mucho desde el 5 de noviembre,
fecha de su aprehensión en Tesmacala, hasta el día 22 de diciembre, día en que
fue fusilado en San Cristóbal Ecatepec.
Mensajes interceptados
"Correo" viene del verbo correr y se remonta a
épocas en que los portadores de nuevas eran atletas dedicados a llevar y traer
noticias y documentos para la nobleza, los sacerdotes y sobre todo, los
militares, para quienes la información era de gran importancia logística.
Durante 187 años el correo novohispano estuvo a cargo de una empresa privada. Con la instauración de las reformas borbónicas el servicio fue concebido como una función prioritaria de la corona española.
Las primeras rutas postales se establecieron en Nueva Galicia, el Nuevo Reino de León, Real de Zacatecas, Nueva Viscaya y las distantes Californias. En 1762 empezó el uso de buzones y se consignó por primera vez la figura del cartero.
En medio de la lucha independentista los convoyes que conducían el correo fueron atacados por el enemigo tanto para cortar la comunicación como para enterarse de las nuevas enviadas. Debido a ello, las cartas eran transportadas a través de una o varias personas de confianza que, de cualquier modo, se arriesgaban a ser descubiertos por sus contrarios.
Dentro del acervo del AGN existen ejemplos de esta comunicación interrumpida. En abril de 1813 el comandante del destacamento de Tulancingo, Francisco de las Piedras, informó al virrey Félix María Calleja que los "rebeldes" interceptaron la correspondencia que conducía el paisano Mauricio Antonio, quien se presentó gravemente herido ante el comandante del destacamento de San Juan Teotihuacan, José María Cobián.
Durante 187 años el correo novohispano estuvo a cargo de una empresa privada. Con la instauración de las reformas borbónicas el servicio fue concebido como una función prioritaria de la corona española.
Las primeras rutas postales se establecieron en Nueva Galicia, el Nuevo Reino de León, Real de Zacatecas, Nueva Viscaya y las distantes Californias. En 1762 empezó el uso de buzones y se consignó por primera vez la figura del cartero.
En medio de la lucha independentista los convoyes que conducían el correo fueron atacados por el enemigo tanto para cortar la comunicación como para enterarse de las nuevas enviadas. Debido a ello, las cartas eran transportadas a través de una o varias personas de confianza que, de cualquier modo, se arriesgaban a ser descubiertos por sus contrarios.
Dentro del acervo del AGN existen ejemplos de esta comunicación interrumpida. En abril de 1813 el comandante del destacamento de Tulancingo, Francisco de las Piedras, informó al virrey Félix María Calleja que los "rebeldes" interceptaron la correspondencia que conducía el paisano Mauricio Antonio, quien se presentó gravemente herido ante el comandante del destacamento de San Juan Teotihuacan, José María Cobián.
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